Discussion:
Estado de israel: La insoportable presión internacional
(demasiado antiguo para responder)
t***@yahoo.com
2011-10-01 13:07:37 UTC
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El viernes 23 de septiembre fue un día clave en la historia del pueblo
palestino:
el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas,
pidió, formalmente, ingresar a la ONU como estado miembro pleno. Ese
pedido incluye el reconocimiento de las fronteras de 1967 sobre los
territorios de Gaza y Cisjordania, con Jerusalén Este como capital, y
contó con el apoyo de la mayoría de los estados miembros de las
Naciones Unidas.


Como era de esperarse, el Estado de Israel se opone, tal como lo viene
haciendo históricamente, a todo lo que signifique reconocimiento de
derechos para el pueblo palestino: derecho a disponer libremente de su
propio territorio, derecho a ser nación soberana, derecho de sus
habitantes a vivir, desarrollar su existencia y morir en su patria;
ejercicio de todos los derechos inherentes al ser humano, consagrados
internacionalmente, derecho a la dignidad.


La Palestina de hoy, balcanizada y cercada por el Muro, alambradas,
checks points y barreras; condenada a la humillación de tener que
esperar el permiso del invasor para poder transitar; sometida a
genocidios, ataques masivos contra la población civil, desplazamientos
forzados, despojos y aislamiento; con su economía empobrecida, su
infraestructura colapsada y sin agua, no es un mito sino la dramática,
desesperante realidad de un pueblo que resiste desde hace 63 años a la
depredación del sionismo internacional y sus socios.


Debe entenderse que la lucha de Palestina por lograr su reconocimiento
como Estado no es el capricho de un grupo de trasnochados; no es el
delirio de un pueblo errante ni es la consecuencia de una endeble
construcción mítico-religiosa: los palestinos habitaron esos
territorios históricamente, y como muchas naciones de esta tierra
fueron víctimas del colonialismo británico y de los negociados
espurios de estos colonizadores, en su caso, con el sionismo
internacional. Su lucha es, entonces, la de un pueblo colonizado/
ocupado contra su colonizador/ocupante; contra un movimiento político
que hizo de la religión una identidad nacional: el sionismo, creado en
1897 con la pretensión de reagrupar a todos los judíos como grupo
religioso y de buscar un territorio para crearles un Estado.


La Palestina de hoy tampoco es la consecuencia de luchas ancladas en
la intolerancia religiosa: poblada por una gran mayoría de palestinos
musulmanes y cristianos, supo ser, por siglos, territorio de
convivencia pacífica con la exigua minoría judía. Cualquier intento de
presentar su territorio como un campo de batallas entre
fundamentalistas religiosos no es más que otra de las tantas
estrategias para demonizar al mundo árabe y desviar la atención sobre
el eje de todas sus problemáticas: Palestina es un territorio que fue
elegido para ser invadido por el sionismo internacional y para
construir un Estado sin más argumento que el que puede otorgar un
ficcional relato religioso.


Tres preguntas debemos hacernos para poder entender lo que significa
este reconocimiento de Palestina como Estado: qué gana Palestina, qué
pierde Israel, y qué gana el mundo. La respuesta a la primera pregunta
nos dará la dimensión de la importancia que para el pueblo palestino
tiene esta decisión; la respuesta al segundo interrogante nos
explicará en gran medida la absoluta resistencia del Estado de Israel
a que Palestina acceda a ese estatuto jurídico y a los derechos
inalienables que conlleva el mismo. En cuanto a la tercera pregunta,
la respuesta a la misma explica la trascendencia que la situación de
Palestina adquiere en un mundo globalizado.


A partir de ese reconocimiento, Palestina estaría en condiciones de
integrar todas las agencias de Naciones Unidas y de ser parte de
tratados internacionales, incluido el Tribunal Penal Internacional, la
Corte de Roma y otros tribunales internacionales. He aquí una de las
mayores preocupaciones del Estado de Israel: Palestina podría iniciar
procesos y, así, judicializar la ocupación ilegal de su territorio por
parte del Estado de Israel, de modo que este sea sometido a juicio por
sus innumerables crímenes de lesa humanidad.


Pero existe otro hecho más grave aún para el Estado de Israel y que
pondría en riesgo su endeble equilibrio interno: el reconocimiento de
Palestina como nación y de sus fronteras de 1967 implica, per se, un
reconocimiento internacional de que el Estado de Israel ha invadido el
territorio palestino con el Muro y los más de 200 asentamientos de
colonos ilegales israelíes, instalados por medio del uso de la fuerza,
desde 1967 a la fecha. La presión internacional destinada a la
restitución de esos territorios a sus dueños originarios sería muy
difícil de evitar para el Estado de Israel.


Nadie puede reprocharle nada a Palestina: de las únicas dos opciones
que le quedan en su dramática situación, iniciar una tercera Intifada,
o movilizar al mundo a su favor, ha elegido la segunda, y en este
sentido es el mundo entero el que gana, pues resulta ser la más
razonable y deseable para la construcción de la paz, incluso a pesar
de ser la víctima privilegiada de un Estado de Israel que nunca tuvo
miramientos para aniquilar a su pueblo.


Con esta decisión, y tal como afirmara acertadamente la Presidenta
Cristina Fernández, en su discurso a la Asamblea Nacional, Palestina
ha dejado al Estado de Israel sin la posibilidad de utilizar el
trillado argumento de la violencia terrorista y ha puesto en evidencia
la necesidad de democratizar la ONU, eliminando el derecho a veto,
privilegio de las naciones dominantes, destinado siempre a acrecentar
el rédito de estos en los conflictos internacionales.


Pero debe advertirse también que, de no mediar una respuesta positiva
a la legítima demanda de la Autoridad Palestina, se abrirá el campo
para que se legitime el derecho del pueblo palestino a resistir, con
los medios que tenga a su alcance, un despojo que ya lleva 63 años y
que no está dispuesto a soportar ni un día más.
observador
2011-10-01 16:24:34 UTC
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En otras palabras, el Estado de Israel, con el fin de adornar la
aprobación internacional, debiese seguir el ejemplo de Venezuela?
Su glorioso comandante, el cobarde, hugo chávez, sucumbió al Gobierno
de Guyana, y literalmente le rindió territorio venezolano sin una
palabra? Corrección, habieron un montón de palabras e insultos, sobre
todo contra los que le sacamos a a luz la cobardía y la traición del
régimen bolivariano.
El presidente Jaime Lusinchi, en El 87, Declaro Movilización militar
al sospechar Agresión Por de parte de Colombia en el golfo de
Venezuela ....
La respuesta y cobardia del regiment bolivariano frente a los
incidentes con Guyana, debiesen de servirles como una lección a
Brasil y Colombia, en cuanto a la respuesta del régimen de chávez, a
los fines legítimos intereses Brasileros en el sure del pais y los
reclamos de Colombia por el estado de Zulia.
Post by t***@yahoo.com
El viernes 23 de septiembre fue un día clave en la historia del pueblo
el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina,  Mahmoud Abbas,
pidió, formalmente, ingresar a la ONU como estado miembro pleno. Ese
pedido incluye el reconocimiento de las fronteras de 1967 sobre los
territorios de Gaza y Cisjordania, con Jerusalén  Este como capital, y
contó con el apoyo de la mayoría de los estados miembros de las
Naciones Unidas.
Como era de esperarse, el Estado de Israel se opone, tal como lo viene
haciendo históricamente, a todo lo que signifique reconocimiento de
derechos para el pueblo palestino: derecho a disponer libremente de su
propio territorio, derecho a ser nación soberana, derecho de sus
habitantes a vivir, desarrollar su existencia y morir en su patria;
ejercicio de todos los derechos inherentes al ser humano, consagrados
internacionalmente, derecho a la dignidad.
La Palestina de hoy, balcanizada y cercada por el Muro, alambradas,
checks points y barreras; condenada a la humillación de tener que
esperar el permiso del invasor para poder transitar; sometida a
genocidios, ataques masivos contra la población civil, desplazamientos
forzados, despojos y aislamiento; con su economía empobrecida, su
infraestructura colapsada y sin agua, no es un mito sino la dramática,
desesperante realidad de un pueblo que resiste desde hace 63 años a la
depredación del sionismo internacional y sus socios.
Debe entenderse que la lucha de Palestina por lograr su reconocimiento
como Estado no es el capricho de un grupo de trasnochados; no es el
delirio de un pueblo errante ni es la consecuencia de una endeble
construcción mítico-religiosa: los palestinos habitaron esos
territorios históricamente, y como muchas naciones de esta tierra
fueron víctimas del colonialismo británico y de los negociados
espurios de estos colonizadores, en su caso, con el sionismo
internacional. Su lucha es, entonces, la de un pueblo colonizado/
ocupado contra su colonizador/ocupante; contra un movimiento político
que hizo de la religión una identidad nacional: el sionismo, creado en
1897 con la pretensión de reagrupar a todos los judíos como grupo
religioso y de buscar un territorio para crearles un Estado.
 La Palestina de hoy tampoco es la consecuencia de luchas ancladas en
la intolerancia religiosa: poblada por una gran mayoría de palestinos
musulmanes y cristianos, supo ser, por siglos, territorio de
convivencia pacífica con la exigua minoría judía. Cualquier intento de
presentar su territorio como un campo de batallas entre
fundamentalistas religiosos no es más que otra de las tantas
estrategias para demonizar al mundo árabe y desviar la atención sobre
el eje de todas sus problemáticas: Palestina es un territorio que fue
elegido para ser invadido por el sionismo internacional y para
construir un Estado sin más argumento que el que puede otorgar un
ficcional relato religioso.
Tres preguntas debemos hacernos para poder entender lo que significa
este reconocimiento de Palestina como Estado: qué gana Palestina, qué
pierde Israel, y qué gana el mundo. La respuesta a la primera pregunta
nos dará la dimensión de la importancia que para el pueblo palestino
tiene esta decisión; la respuesta al segundo interrogante nos
explicará en gran medida la absoluta resistencia del Estado de Israel
a que Palestina acceda a ese estatuto jurídico y a los derechos
inalienables que conlleva el mismo. En cuanto a la tercera pregunta,
la respuesta a la misma explica la trascendencia que la situación de
Palestina adquiere en un mundo globalizado.
A partir de ese reconocimiento, Palestina estaría en condiciones de
integrar todas las agencias de Naciones Unidas y de ser parte de
tratados internacionales, incluido el Tribunal Penal Internacional, la
Corte de Roma y otros tribunales internacionales. He aquí una de las
mayores preocupaciones del Estado de Israel: Palestina podría iniciar
procesos y, así, judicializar la ocupación ilegal de su territorio por
parte del Estado de Israel, de modo que este sea sometido a juicio por
sus innumerables crímenes de lesa humanidad.
Pero existe otro hecho más grave aún para el Estado de Israel y que
pondría en riesgo su endeble equilibrio interno: el reconocimiento de
Palestina como nación y de sus fronteras de 1967 implica, per se, un
reconocimiento internacional de que el Estado de Israel ha invadido el
territorio palestino con el Muro y los más de 200 asentamientos de
colonos ilegales israelíes, instalados por medio del uso de la fuerza,
desde 1967 a la fecha. La presión internacional destinada a la
restitución de esos territorios a sus dueños originarios sería muy
difícil de evitar para el Estado de Israel.
Nadie puede reprocharle nada a Palestina: de las únicas dos opciones
que le quedan en su dramática situación, iniciar una tercera Intifada,
o movilizar al mundo a su favor, ha elegido la segunda, y en este
sentido es el mundo entero el que gana, pues resulta ser la más
razonable y deseable para la construcción de la paz, incluso a pesar
de ser la víctima privilegiada de un Estado de Israel que nunca tuvo
miramientos para aniquilar a su pueblo.
Con esta decisión, y tal como afirmara acertadamente la Presidenta
Cristina Fernández, en su discurso a la Asamblea Nacional, Palestina
ha dejado al Estado de Israel sin la posibilidad de utilizar el
trillado argumento de la violencia terrorista y ha puesto en evidencia
la necesidad de democratizar la ONU, eliminando el derecho a veto,
privilegio de las naciones dominantes, destinado siempre a acrecentar
el rédito de estos en los conflictos internacionales.
Pero debe advertirse también que, de no mediar una respuesta positiva
a la legítima demanda de la Autoridad Palestina, se abrirá el campo
para que se legitime el derecho del pueblo palestino a resistir, con
los medios que tenga a su alcance, un despojo que ya lleva 63 años y
que no está dispuesto a soportar ni un día más.
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